Piel de Cebolla Nieves Rodriguez Rivera

Todo cambió después de mi última visita, cuando descubrí que aquel iba a ser su último cumpleaños. Creo que fue entonces cuando vi por primera vez a la persona que era mi madre. Comprendí que la mujer inflexible y autoritaria se iba a morir. En los últimos años de su vida se había ido deshaciendo de todas sus capas de cebolla, para dejar ante mí a una mujer vulnerable que había sido vencida por la vida, pero no derrotada en su rebeldía y crítica brutal contra todo y todos.
¿Por qué se había comportado siempre de manera inflexible y distante con sus hijos? ¿De qué manera las circunstancias, el paisaje, conforman nuestra personalidad? ¿Qué terrible herencia nos deja una mujer insatisfecha con la vida que le tocó vivir?
Entonces decidí escribir sobre ella: mi madre nunca quiso hablar del pasado, no quería recordar la historia.
“Solo yo sé lo que he vivido”, decía con jactancia y desprecio, con el orgullo de quienes sobreviven a las adversidades y se hacen más fuertes; de esta forma sentenciaba toda posibilidad de conocimiento. Nadie más que ella conocía lo que había vivido. Ni siquiera yo, su hija.
Nos parecíamos más de lo que estaba dispuesta a admitir. Su fin se acercaba y mi madre había sido una desconocida para mí, acaso como los son todas las madres para sus hijas.
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